sábado, 2 de septiembre de 2017

Una rutina que marca para siempre


Un sábado como este, pero de hace dos semanas te llevamos al veterinario para despedirnos de ti para siempre.

Desde entonces se me hace raro no verte dormitando por los alrededores de la casa. Bueno, más bien es extraño no verte durmiendo en mi cama, como a ti tanto te gustaba.

Pero es más desconcertante despertarme en mitad de la noche e intentar moverme despacio para no molestarte, y acordarme de que ya no estás.

Dormíamos todas las noches juntos, era nuestra rutina. Cuando veías que el sol caía, y se hacía de noche, me mirabas siempre esperando a que te dijese: "corre, a la cama". Si tardaba demasiado, simplemente me maullabas e ibas a la puerta de la habitación a esperarme. Habían días en los que te enfadabas y me seguías por toda la casa hasta conseguir el objetivo deseado.

Una vez en la cama, seguíamos con nuestra costumbre, y te acurrucabas en mi costado izquierdo. Y así, abrazados, nos dormíamos. En algún punto de la noche decidías irte a mis pies. Pero cuando sonaba el despertador, veías que me movía, y entonces era la hora reclamar tu sitio izquierdo junto a mí. Si había alguna manta, sábana, o edredón de por medio, no te quedabas tranquilo hasta estar cubierto y calentito.

Más de una década de esta repetición no se olvida tan fácilmente, y créeme cuando afirmo que las yemas de mis dedos aún recuerdan la textura de tu suave pelaje.

También soy consciente de que en algún momento de estos 12  años te irías. La decisión fue dura, pero más duro hubiese sido verte sufrir por puro egoísmo.

Esta imagen fue de una 'sesión' de fotos, de las muchas que te hice.

Buenas noches.

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